La respuesta es simple: El cerebro no puede diferenciar una realidad objetiva de otra subjetiva, por lo que actúa ordenando al cuerpo que segregue saliva, ya que está creyendo que la imagen que posee es “creíble” como una realidad.
Si algo tan sencillo como el hecho de imaginar un limón, hace que el cerebro emita la orden de segregar saliva para cumplir una función biológica de protegernos del ácido, ya que cree que el limón es real; imaginemos lo que nos sucede con cada pensamiento auto-saboteador que alimenta nuestra mente.
En lo particular recomiendo estar muy atentos a las expresiones que nos hacemos, ya sean verbales o mentales, tales como: “no sirvo para nada”; “nadie me quiere”, “soy feo, nadie va a fijarse en mi”, “soy pobre, inútil, no sé hacer nada”, etc.
Un aspecto importante a considerar es prestar atención a las sutilezas de nuestras expresiones que empleamos a cada instante, porque sin darnos cuenta, estas creencias auto-saboteadoras aparecen.
Un ejemplo puede ser cuando una persona se olvida algo y al recordarlo, se dice: “¡qué torpe que soy!… o emplea expresiones similares. Esta es una invitación para hacer ejercicio del poder del lenguaje, ya que las palabras son la cristalización de los pensamientos.
Si cambiamos nuestra AUTOIMAGEN, estaremos cambiando nuestro “comportamiento”.
Si reemplazamos las creencias nocivas por creencias positivas, realmente nuestra vida cambiará.
Lo crea usted o no.
¿Cómo es que se hizo agua nuestra boca, si el limón no existe en la realidad?…
(*) Extraído del libro: “Liderazgo: 16 horas para templar el Ser”
Autor: Lic. Daniel Fernando Peiró