Guillermo Rodríguez – Al responder de este modo ingresamos también con acelerado impulso en el desafío de construir los fundamentos que conviertan esta opinión en válida.
Los humanos estamos en condiciones de acceder a diferentes niveles de revelación de la verdad. Son estados diferenciados de la conciencia en la mente humana. Encontrar la certeza se convierte en búsqueda intensa cuando logramos sospechar que de algún modo si la hayamos, esa certeza nos hará libres y de esa libertad, brotará paz.
En algunos de los niveles en que realizamos estas búsquedas alcanzamos a convertirnos en el sujeto que, sin saberlo, causa cierta interferencia para que la verdad surja. La certeza puede así, tener un cariz superficial o cosmético. Otras veces, también por interferencia inherente a nuestra participación activa o pasiva puede transformarse en verdad tóxica.
Si la verdad fuese cosmética se dice que quien formula opinión o juicio esta “guardando las apariencias” o “cuidando su imagen”, en cambio, quién emite opinión de manera tóxica podría privarle a esa certeza del filtro necesario para que el receptor la incorpore o acepte. Conseguiría incluso, convertirse en una verdad rechazada.
¿Qué ocurre cuando definimos la verdad como profunda? Se requiere para su validación integrar otro estado de Conciencia.
Desde la programación neurolingüística o PNL se considera que la certeza profunda de las comunicaciones humanas la mayoría de las veces permanece oculta. Se parte del principio que al comunicarnos, debido al modelo mental individual, “deformamos la verdad” a través de mecanismos del lenguaje tales como: generalizaciones, (“todo, siempre, nunca” etc.), supresiones, (se procura resumir lo que se dice), áreas de ceguera (lo que desconocemos, los pormenores de la historia que relatamos), etc.
¿Qué nos lleva entonces a suponer que la afirmación Crisis de Inconciencia -sostenida más arriba- es una verdad profunda?
Para responder, se requiere ampliar el conocimiento acerca de lo que llamamos conciencia. Popularmente expresamos que “una persona es consciente de… “, o “es inconsciente de…”, cuando se dio o no, cuenta de algo. Cuando se aprecia que está atento o alerta de ese algo o acerca de esa situación. Así por ejemplo expresamos: esa persona no es consciente que me encerró con el auto, o que aún no pagó la factura, o que se está enfermando con esa manera de fumar, etc.
No “darse cuenta”, es un estado de la inconsciencia; es decir, de la falta de conciencia sobre esa situación u objeto. Más sencillo es deducir que, si continúo “sin darme cuenta”, en algunas situaciones tendré que pagar costos altos. Si prolongo las situaciones sin darme cuenta, por ejemplo: que me estoy acercando al fuego, el costo a pagar consistirá en recibir quemaduras en el cuerpo y, dependiendo del grado de la inconsciencia, esas quemaduras pueden dañar definitivamente los tejidos o incluso agravar el cuadro clínico.
Desde la mirada Metainteligente, denominamos conciencia a lo que en verdad somos, darnos cuenta o redescubrir quienes somos. Lo que somos también podríamos denominarlo Ser. Es, en este sentido, lo que compartimos con el resto de los seres humanos, es el espacio compartido por todos. Es donde estamos presentes y nos sentimos unidos más allá de las apariencias. Somos capaces de reconocerlo, tenemos la sensibilidad para percibirlo y en general lo denominamos: paz o quietud. Paradójicamente es al mismo tiempo un espacio de alerta profundo, también conocido como “estado despierto”.
Afirmamos desde esa atención, que la crisis financiera internacional o las crisis que se atraviesan en la sociedad global y/o local, son consecuencia de la inconciencia que, como seres humanos, estamos experimentando cuando creemos que es posible vivir en la acumulación ambiciosa y desenfrenada, sin pagar costos colaterales. Costos que aparecen cuando nos dejamos conducir por la codicia y el miedo, ambos, caras de una misma moneda. La inconciencia de quienes somos.
Al confundir la identidad de quienes somos con lo que surge de aquello que obtenemos, logramos, o hacemos, dejamos rienda suelta a la astucia del ego, (una deformación de la conciencia que se transforma en inconciencia). Desarrollamos e incentivamos la habilidad superlativa llamada astucia, picardía o viveza criolla que nos facilita para tomar o hasta hurtar los huevos de oro, en cambio de elevar el pensamiento con la sabiduría de la conciencia y elegir asistir a la gallina que es la que produce los huevos de oro. Es decir, cuidar la capacidad de producción de huevos de oro.
Cuando no atendemos a la gallina, (la capacidad de producir huevos de oro), caemos en inconciencia y nos “distraemos”. Es esa forma de entretenernos o distraernos que incorporamos a lo largo de la vida y que poco a poco nos aferra a los diversos “espejitos de colores” que nos alejan de nuestras capacidades más elevadas.
De esta manera, la sociedad local o global vive más próxima al egoísmo y al egotismo, sin lograr imaginar que la paz, el estado al cual todos aspiramos, se encuentra en el altruismo. Así, quienes utilizan las leyes del mercado para con astucia -la inteligencia del ego- obtener más, y más aceleradamente, el resultado deseado, (huevos de oro), atentan contra el mismo mercado destruyendo la capacidad de producir resultados, (gallina de los huevos de oro).
Muchas veces, es el dolor y el sufrimiento asociado el que permite que “nos demos cuenta”, que salgamos de la inconsciencia, que “nos caigamos del caballo”. Sin embargo, no siempre el darnos cuenta o la desilusión que es otra forma de la inconciencia, produce la transformación del comportamiento o cambio verdadero.
La mayoría de las veces los cambios son cosméticos y no profundos.
Son bien conocidas las iniciativas del microcrédito para personas en situación de pobreza que inician o buscan promover un micro emprendimiento, su primer promotor ha sido Muhammad Yunus a través del Grameen Bank. Por tal iniciativa este hombre de bien ha sido galardonado con el Premio Nóbel de la Paz.
¿Cómo es posible que una función que podría denominarse exclusivamente financiera, se traduzca en un instrumento de paz?
Se traduce en paz, porque ese es el resultado de la aplicación consciente de nuestras capacidades, es aquí cuando percibimos con claridad la frase de Plutarco (50 D.C.) “El cerebro no es un vaso a ser llenado, sino una lámpara a ser encendida.”
Cuando repasamos cómo han funcionado estas iniciativas, descubrimos –con cierta sorpresa- que en su aplicación masiva comienza a desvirtuarse el sentido primario:
“A nivel local, sin embargo, el fenómeno del microcrédito presenta características muy dispares. Las diferencias son muchas y van desde los montos otorgados o las tasas de interés cobradas a los prestatarios, hasta la tecnología utilizada, que puede pasar del crédito individual al de bancos comunales o a los grupos solidarios.
Las discrepancias también pasan por la motivación de los actores que intervienen; mientras que muchas de las iniciativas persiguen el ambicioso anhelo de Yunus de luchar por un mundo sin pobreza, otras tantas responden a intereses meramente económicos y cobran tasas muy por encima de lo necesario o gastan sus recursos y energías en sacar clientes a otras entidades, creando competencia en un segmento en donde debería primar la cooperación.”
Fuente: www.claritas.org
Competir –en el mejor de los casos- es un verbo que moviliza la cultura de superar al otro como medio para superarme. Llegar a la meta antes que cualquier otro. Hacerme primero que nadie de los huevos de oro. Competir para alcanzar primero un logro, meta o zanahoria como si ésta fuese la única o la última que existe. Es un estado que nos focaliza en la escasez. Subyace y persiste el paradigma en el cual estamos inmersos. Es escasez lo que nos hace competir a varios por la misma zanahoria, es el tipo de cultura que deforma y deteriora el accionar humano.
En este andarivel peleamos por un pedazo de la torta en cambio de “preparar y cocinar una torta en molde más grande”, o simplemente, descubrir donde pueden existir otras tortas. En esta cultura lo que se desarrolla es la astucia creativa, pero cerramos o interferimos el acceso a la creatividad inspirada.
Con astucia o picardía se imposibilita la conexión con la inteligencia universal que es fuente de toda inspiración humana.
En el otro andarivel se encuentran la cooperación y la contribución, acciones del “dar” que sólo pueden surgir del paradigma de la abundancia. Representan la manifestación de nuestro aporte personal u organizacional, ese tipo de aporte único e insustituible expresado por el contacto consciente con lo que en verdad soy o somos. La contribución o cooperación siempre reconocen y trasladan de manera implícita, la riqueza propia y la del otro u otros. Valorizan y se enriquecen con las dimensiones que sólo otros pueden entregar porque los demás, precisamente poseen en sus particularidades, en sus dones, los aportes que requerimos para el desarrollo. Surge la complementación, es abundancia de posibilidades, de creatividad, de inspiración, de manifestación humana. Es en este recorrido donde aparece con toda fuerza la humanidad de los actos humanos.
La competencia junto a la comparación, la crítica, la disputa y la queja forman el quinteto de los más dañinos tumores organizacionales y sociales. Cuando estos males productos de la Inconciencia surgen, a cambio de desarrollar la Luz, incentivamos la sombra en las personas y estas sombras se instalan en las organizaciones o instituciones, sean con o sin fines de lucro, sean estas políticas, financieras, empresarias, sociales o sindicales; y así la deformación se traduce en enfermedad que termina en Crisis Social.
Enfermedad que es Crisis de Inconciencia.
Sólo a partir del recupero de la verdad profunda, de contactar lo que está por debajo de la línea de flotación de todo ser humano, de aquello que no se ve pero existe debajo de nuestras capas superficiales, es que estamos en condiciones de realizar lo que somos en verdad y nos animamos a abandonar las máscaras, los personajes que nos mantienen en la verdad cosmética o la verdad tóxica.
Es de este modo que seres ordinarios alcanzan resultados extraordinarios. Es en conciencia que se encuentra sentido a lo que hacemos, desplegamos el Ser en el Hacer. Allí se hace presente el propósito interno, (ser), y el propósito externo (hacer) en nuestro aporte personal y organizacional. De esta manera identificamos que la fuente es agua viva y reconocemos que es verdad profunda.
La conciencia es fuente de valor infinito y costo cero. Es abundancia.
Fuente: http://metainteligencia.blogspot.com/2009/04/cual-es-la-verdadera-crisis-que-vivimos.html