Después de la pandemia: mucha tecnología y mucha hambre

El mundo no volverá a ser el mismo luego  del covid-19. Algunos analistas han  señalado  que  a la crisis de las instituciones internacionales  se ha añadido la partida de defunción del  multilateralismo y del intento (si es que alguna  vez lo hubo) de dar soluciones globales a los problemas globales.

J. Montalvo F. Analista Internacional

Según el experto en desarrollo social, Jaime Septién, en referencia a lo que será el mundo después de la pandemia, afirma lo siguiente: “Lo que se avecina, un mundo con mucha tecnología y mucha hambre. Los números son fríos; el panorama es desolador. La solidaridad es, por tanto, el único camino posible hacia un mundo pospandemia, y el remedio para curar las enfermedades interpersonales y sociales que afligen a nuestro mundo actual”. 

En primavera se veía venir, la llegada del coronavirus a los cinco continentes,. En verano se consolidó la especie. En otoño e invierno va a ser una triste realidad: miles de seres humanos engrosaran las ya de por sí abultadas filas del hambre en el mundo, especialmente en los países del sur y del sudeste asiático.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) pronostica que el número de personas desnutridas aumentará hasta 132 millones este año, mientras que el número de niños con desnutrición aguda aumentará en 6,7 millones en todo el mundo debido a la pandemia.

Los números son fríos; el panorama es desolador. Pérdida de empleos por la pandemia, dificultad de los agricultores en el mundo para poder movilizar sus cosechas; cambio climático, calentamiento global, falta de mano de obra y hasta plagas de langostas han hecho que 2020 sea un año terrible en términos de inseguridad alimentaria.

El mundo ha cambiado y la tecnología puede ayudar al campo “Debemos aceptar lo que tenemos ante nosotros y reconocer que el mundo y nuestra región han cambiado”, dijo Jong-Jin Kim, director general adjunto de la FAO y representante regional para Asia y el Pacífico. Y es que el impacto combinado del coronavirus con las inundaciones, las sequías, las enfermedades emergentes y las plagas, han puesto en jaque al sistema de producción de alimentos

Según un despacho de la agencia AP, la FAO propone a los países pobres del sureste asiático y de África desplegar herramientas de alta tecnología como drones y aplicaciones para teléfonos inteligentes, para monitorear cultivos, plagas y otras condiciones agrícolas como parte de una transformación de los sistemas alimentarios para hacerlos más resilientes y reducir los riesgos, especialmente para los pequeños agricultores más vulnerables.

Eso incluye lugares con inseguridad alimentaria como Yemen, donde la ONU dice que “más de un cuarto de millón de niños sufren desnutrición severa y morirán sin tratamiento, y partes de África donde casi cinco millones de personas están amenazadas de inanición debido a los brotes de langostas”, según recoge la nota de AP.

Sin embargo, la operación incesante de los bancos de alimentos en todo el mundo, incluido el país más poderoso del planeta, Estados Unidos, muestra a las claras que esta crisis está muy lejos de ser superada. Los centenares de miles de desempleados, del campo y la ciudad, tendrán que ser atendidos con algo más que tecnología: con un reparto mucho más equitativo de la riqueza alimentaria del planeta.

¿Cómo arreglar un sistema alimentario roto? La FAO ha recomendado recuperar el sistema de préstamos a los agricultores para que no vendan su ganado y sus tierras para obtener recursos con qué alimentar, así sea perentoriamente, a sus familias. Es prioritario que el mundo vuelva a revalorar el campo y a aplicar recursos tecnológicos para enraizar a los agricultores y ganaderos en sus tierras.

También utilizar el comercio electrónico y los datos digitales para monitorear las siembras. Y buscar soluciones pequeñas, como la agricultura hidropónica o, incluso, el procesamiento de leche de camello para hacer quesos… Se trata de que se tome lo mejor de los mundos: del moderno (la tecnología digital) y del ancestral (los trueques, la agricultura en sacos, el comercio local) para enfrentar una crisis de dimensiones colosales.

En la última edición de “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo”, la FAO estimaba que casi 690 millones de personas pasaban hambre en 2019 (un aumento de diez millones de personas desde 2018 y de casi 60 millones en cinco años).

La pandemia podría provocar, a finales de 2020, un aumento de 132 millones en el número de personas afectadas por el hambre crónica en todo el mundo (es posible que esta cifra aumente aún más). Se está hablando de una de cada nueve personas que habitan el mismo planeta y tiene la misma dignidad. La mayoría niños. Un pecado que clama al cielo. Y que hace que el objetivo 2030 de la ONU, un mundo sin hambre, parezca una broma pesada.

Con información de AP; pero el mundo siguió moviéndose. Una vez controlada la crisis sanitaria en China, su gobierno procedió a reactivar el proceso productivo y se continuó exportando e importando mercancías a la mayoría de sus socios comerciales. Esto impidió que el impacto negativo a las relaciones comerciales internacionales haya sido mayor. A pesar de que todas las proyecciones de crecimiento del PIB mundial no son positivas, la economía china volverá a ser el motor del planeta en el 2020 y 2021.

El mundo está camino del colapso. Ninguna advertencia parece suficiente. ¿De qué servirá todo el dinero que se haya podido acumular si un día, no se sabe, mañana mismo, se abre el grifo y no sale el agua? ¿De qué servirán los palacios junto al mar, los coches aparcados en las propiedades o el barco flotando en el puerto, si un día empiezan a escasear los alimentos, si no se tiene nada que llevarse a la boca? Así está ya mucha gente en esta aldea planetaria.

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